El espacio público se ha convertido en uno de los ejes centrales del debate urbano contemporáneo. Más allá de su función como lugar de tránsito o encuentro, hoy se reconoce que su diseño influye de manera directa en la salud mental, el bienestar social y la sostenibilidad ambiental de las ciudades. En este contexto, el arquitecto Daniel Esquenazi Berahaplantea una visión integral en la que la arquitectura y el urbanismo asumen un rol activo en la construcción de entornos más saludables, inclusivos y resilientes.
Para Esquenazi Beraha, las ciudades ya no pueden diseñarse únicamente bajo criterios de eficiencia o densidad. Las nuevas generaciones demandan espacios que permitan desacelerar, reconectar con la naturaleza y recuperar el sentido de comunidad. El espacio público, afirma, es el escenario donde se materializa esta transformación: un lugar capaz de mejorar la calidad de vida cotidiana si se concibe desde una lógica de bienestar y sustentabilidad.
Espacios verdes y bienestar emocional en la vida urbana
Daniel Esquenazi Beraha subraya que existe una relación directa entre el acceso a espacios verdes y la salud mental. Numerosos estudios demuestran que el contacto cotidiano con la naturaleza reduce los niveles de estrés, ansiedad y depresión, al tiempo que fomenta la actividad física y la convivencia social. Por ello, parques, plazas arboladas, corredores verdes y senderos peatonales deben dejar de ser elementos secundarios en el diseño urbano.
Desde su perspectiva, la naturaleza urbana no cumple una función meramente estética. Integrar árboles nativos, jardines urbanos, sombra natural y sistemas de captación pluvial es una estrategia clave para mejorar el microclima, la calidad del aire y el confort de los espacios públicos. Además, estos entornos favorecen la inclusión, ya que permiten que personas de distintas edades y condiciones físicas compartan la ciudad en igualdad de condiciones.
Sustentabilidad urbana como herramienta de cohesión social
Para Esquenazi Beraha, el diseño del espacio público debe entenderse como un sistema vivo que articula lo ambiental con lo social. La sustentabilidad urbana implica pensar en el manejo del agua, la reducción del calor urbano, la biodiversidad y la movilidad activa, pero también en cómo estos elementos fortalecen el tejido comunitario.
Calles peatonales bien diseñadas, infraestructura ciclista segura, alumbrado eficiente y materiales durables y responsables contribuyen a crear entornos más tranquilos y legibles. Estos espacios reducen la presión urbana, mejoran la percepción de seguridad y promueven dinámicas sociales más sanas.
“El futuro de las ciudades depende de su capacidad para cuidar a las personas y al entorno al mismo tiempo”, afirma Daniel Esquenazi Beraha. En esa visión, el espacio público deja de ser solo un lugar físico y se convierte en una herramienta de cuidado colectivo, capaz de sanar tanto a la ciudad como a quienes la habitan.
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